jueves, 13 de diciembre de 2007

Paciencia y quiescencia

Si un día deseas conocer qué tanta paciencia tienes, súbete a un camión y viaja 5 horas. Sólo te pido 5 horas. Te percatarás de la gente inquieta, llámense niños y algunos ancianos, observarás a la gente ansiosa y nerviosa, distinguirás a los novatos que viajan por primera vez y que cada 5 minutos preguntan cuánto falta y, por si fuera poco y si tienes mucha suerte, te acompañarán en el viaje los siguentes personajes: el niño llorón, la señora obesa (con una suerte como la mía será tu acompañante de asiento), el señor que ronca y que está detrás de ti, la viejita que lleva su torta de chorizo o su buena dotación de nanches y que comparte el olor con todos los pasajeros, entre otros. Todos ellos alegrarán tu feliz y tortuoso viaje.

Ya hablando en serio en un viaje como estos, aprendes a discernir entre una persona que sabe manejar el estrés, es decir, aquellos que tienen una respuesta adecuada ante situaciones de alarma y las personas que se alteran por cualquier asunto o que sencillamente no pueden mantener la calma sentados en un simple viaje.

Yo siempre aconsejo estar tranquilo. Si tienes un problema, no te fijes en cómo pudiste haberlo prevenido o por qué sucedió, preocúpate en cómo resolverlo en ese momento (eso lo aprendí del Departamento de Urgencias del Instituto de Nutrición, específicamente de la dra. Eva Tovar). Y verdaderamente esta forma de pensar funciona: te ayuda a evitar muchas preocupaciones sin causa justificada.

Pero hasta las personas más calmadas tenemos nuestros momentos de intranquilidad. Yo lo comprobé el día de hoy. Precisamente en mi viaje de la Cd. De México al puerto de Veracruz. Como acompañante me tocó una Abuelita que se movió durante todo el camino, me preguntó las 1000 y 1 cosas sobre el viaje, se paró al baño 3 veces, ah obviamente con sobrepeso, abarcaba su asiento y la mitad del mío, además con un olor desagradable el cual no quiero saber de dónde provenía; tardamos en salir de México como 1 hora (como de costumbre), la locura para pasar la ciudad de Puebla (otra hora más o menos), unos niños extremadamente inquietos a mi lado (que ni con la película de Pinocho 3000 se tranquilizaron), una madre e hija fodongas comiendo las clásicas frituras como base de su alimentación y un comportamiento típico de una persona que no recibió una educación completa. A esto agréguenle un poco de lluvia y neblina (niebla poco espesa y baja, según la Real Academia Española) para "agilizar" más el viaje. Y para concluir, íbamos llegando a la Central de Autobuses, encienden las luces y un niño es cargado por su madre mientras hace pipi en una botella. Háganme el favor. Además es de esos días en que ya quieres llegar a tu destino. Díganme como no me voy a alterar con todos estos obstáculos para tener un viaje placentero.

Nuevamente reitero mi invitación a que prueben uno de estos viajes y evalúen su nivel de paciencia (capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse) y ver si pueden ser unas personas quiescentes (quietas). Conocerán cuál es su nivel de tolerancia.